ATLÉTICO
DE MADRID 4 – R. SOCIEDAD 0
Perdone usted que le
moleste. Me llamo Javier y tengo casi cincuenta años.
Nací cuando usted llego al
Atlético. Desde que tengo uso de razón, a los tres años, soy rojiblanco. Usted
estaba ahí sin que yo me diera cuenta. Yo era del nueve, de Garate, como casi
todos los niños era del delantero centro, del que marcaba goles. Pero yo no me
daba cuenta de que usted también los marcaba.
Yo le vi jugar en nuestro
campo, desde los cinco años. A usted no se le criticaba. Se le quería, pero no
se le adoraba. Yo le vi marcar en blanco y negro el gol al Bayer. ¡Qué tiempos!
Por aquel entonces me hice socio. Casi cuarenta años ya. Ese verano. Así
podíamos ir mi hermano y yo al fútbol con mi padre, dejando de alternar un
domingo sí y otro no para ver al Atlético.
Dentro de mi inocencia vi
normal que usted fuera entrenador. Nadie protestó. Pocos querían a Lorenzo y le
acusaban de blando. Usted era la esperanza.
Con usted en el banco
llego el primer título grande del equipo: la Intercontinental. La del gol de Ayala
de la canción. Se fue y volvió. Se fue y volvió. Pero estuvo presente en
momentos importantes y en momentos difíciles. Se enfrentó al gordo y yo le di
la razón a usted. Un jugador no puede ser más que un equipo, por muy portugués
y buen jugador que sea.
Estuvo usted cuando bajamos
a segunda. En el otro banquillo en el del Oviedo. También, antes, en el doblete
nos lo puso difícil con el Valencia. Al final fue usted nuestro enemigo y no el
Barelona.
Nos sacó de segunda, y
tras una temporada un tanto aciaga, el gordo y los herederos le volvieron a echar. Usted
pedía paciencia y ellos no la querían solo miraban por sus intereses y ya sabe
usted, la pela es la pela.
Luego el culmen. Nos hizo
a todos los españoles sentir orgullo. Yo estaba con usted, le defendía a muerte
frente a periolistos y aficionado borreguiles, que veían como defenestraba a
sus ídolos de barro para dar paso a una generación de campeones. A los que
usted ponía las peras al cuarto y eso les molestaba. Lo que se escuchaba y leía
por aquel entonces no tenía nombre. Pocos de ellos estuvieron a su lado. Muchos
atléticos estábamos de su parte. Era uno de los nuestros y le defendíamos a muerte.
Por todo ello paso de ser un
buen jugador a ser DON LUIS, si con mayúsculas. El mejor entrenador de España.
Aún me acuerdo de sus cambios extraños, que ganaban el partido.
Se ha ido usted, no sabíamos
lo de su enfermedad. Nos extrañaba su silencio.
Ayer se le rindió
homenaje. Sencillo y emotivo. Los que le queríamos estuvimos allí, aunque
faltaran algunos.
Los que echaron pestes de Vd.
alababan su figura y su genio en prensa y radio. Ya sabemos de qué calaña son.
El equipo gano. Al
contrataque, como a usted le gustaba al principio de su carrera. Pero este
equipo no sólo contragolpea. Machaca al rival como un martillo pilón. Parece que
no está pero mata. Ayer fue un ejemplo más.
En el fondo salimos
contentos y orgullosos. Contentos por haber asistido a su homenaje, orgullosos
de saber que fue uno de los nuestros. Contentos por haber ganado. Por ser
líderes después de mucho tiempo. Contentos por la vuelta del hijo prodigo de
Simeone.
Pero en el horizonte
acechan los mismos de siempre. Los que vaticinan la caída. Los que nos desprecian
y nos temen.
A falta de los derbis que
se avecinan deberíamos recordar las palabras de la final de Copa del 92:
"¿Lo han entendido?...,
¿lo han entendido? ¿Sí? Pues esto, esto (golpeando la pizarra), no vale para
nada. Lo que vale es que ustedes son mejores y que estoy hasta los huevos de
perder con estos, en este campo. Son el Atlético de Madrid y hay 50.000 dentro
que van a morir por ustedes. Por ellos, por la camiseta, por su orgullo, hay
que salir y decir en el campo que sólo hay un campeón y va de rojo y
blanco."
Pero a estos chicos no se
les puede reprochar nada. Hacen más de lo que pueden, ya lo sabe Vd.
Ayer 50.000 estuvimos en
su adiós. Muchos más le llevaran en silencio, en un rincón de su corazón. Son
muchos años con Vd. Siempre ahí. En la sombra o al sol, pero ahí.
Adiós y gracias DON LUIS.
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