ATLÉTICO DE MADRID 2 – OPORTO 0
Ando
yo pensando a eso de las doce de la noche mientras veía la repetición del
partido en Teledeporte en la sensación de un jugador del Oporto antes del salir
al campo.
Nervios
por el inicio del encuentro, trascendental para él, más o menos intrascendente
para nosotros.
Así
la vista deriva hacia el equipo contrario. Todo serio ¿para qué si no se juegan
nada? me preguntaría. El capitán, delgado con una barba de niño pese a su edad.
Busco con los ojos al portero. Sonrío: un canijo, viejo, que no es titular. Enseguida
mi mirada se dirige hacia los más jóvenes. Uno bajito con cara de pillo, un “tiras”,
“Este é sugado” rezumo por dentro; el otro jovencito más alto
pero sin pinta de jugador hecho. “Bueno son casi todos reservas, luego, no “haverá
muitos problemas”.
Si
embargo hay algo que me intriga. ¿Tantas barbas a que se deben? ¿a la moda? El
entrenador y el segundo las llevan, y no digamos el turco que está de reserva. Parece
un muchachote de Al-Qaeda. Cuento para que los nervios no afloren otra vez:
capitán, uno, dos defensas, hacen tres; “o brinde”, cuatro; el ocho “caluniado”,
cinco. Y en el banquillo que yo recuerde: el turco, el brasileño que no juega,
la perillita del nueve, “que se parece com uma pitada”, hacen tres. Así sonrío nuevamente:“
entre barbas ralas, que parecen de cansancio e imberbes, Este é sugado”.
Cuando
acaba el partido todavía me pregunto como este equipo nos ha ganado sin apenas
esfuerzo, la suerte de los palos ha sido “esquiva” y además el viejo nos ha
parado un penalti.
“Pa
que sepas”, te digo yo, “que esto le ha pasado a muchos españoles como tu en
este último año”. “Casa vai chavalote”
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